"La sensación esa... como decirte... sí, esa sensación que tienes cuando ves a alguien, le miras, le sonríes y piensas: ese es mi amigo. La sensación esa que te hace sufrir con el otro más que si fueras tú la otra persona; la sensación esa que te hace inflarte de orgullo cuando en una conversación dices que ese del que hablan es tu amigo. Esa sensación que te parte el alma en dos cuando se marcha y te la multiplica por tres cuando está contigo. La sensación que te hace reír con él como si fuera la última vez que ríes; pero que no te hace llorar con él. No lloras porque esa sensación te hace más fuerte cuando él llora, y te impulsa a abrazarlo y a envolverlo con tus consuelos. ¿Lo vas captando? ¿Ves la inmesidad de esa sensación? ¿Ves qué es mágica, irrepetible, única? Quizá si lo defines sabrás como se llama. Es esa sensación que surge con una mirada, el primer día de colegio, se va alimentando de vivencias y recuerdos magníficos y muy únicos y se termina el día en el que mueres. O no... no, no se termina el día en el que mueres. Porque incluso cuando decides volar libre, decides dejar al alma libre; la amistad te obliga a buscar con desesperación el alma del amigo, casi como si fueras a volver a morir y ese fuera tu último deseo; la amistad te obliga a buscar su alma y a darle la mano. A darle la mano y a volar con él repartiendo toda la risa del mundo y lo más importante, inflando de amistad las almas de otras personas. Porque sí, esa sensación se llama amistad. Bonita palabra."
Belén Carrero
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